Los problemas de siempre
Sin importar quién esté en el poder, Brasil se enfrenta a las mismas realidades persistentes. Las altas tasas de interés desalientan la inversión, los déficits fiscales continúan y una fuerte dependencia de la soja, el mineral de hierro y el petróleo hace que la economía sea vulnerable a los vaivenes de los precios globales.
Cárdenas Angarita lo expresa con claridad: la economía brasileña sigue siendo muy dependiente de los commodities. Aunque se han intentado reformas, no han tenido mucho éxito para diversificar las exportaciones o reducir la vulnerabilidad. Su comentario refleja una verdad más profunda: las debilidades estructurales de Brasil han sobrevivido a todos los cambios ideológicos, haciendo que el país avance en círculos: reformando, recuperándose y recayendo.
No obstante, más allá de estos problemas comunes, los dos gobiernos dejaron huellas marcadamente diferentes en las instituciones de Brasil, sus alianzas globales y su sentido de rumbo. Los expertos señalan que este contraste entre la confrontación y la reconstrucción es lo que define hoy la identidad económica de Brasil.
El gobierno de Bolsonaro: Reforma y retroceso
Los expertos reconocen que Bolsonaro logró un avance postergado: la reforma de pensiones, que muchos consideraban políticamente imposible. Pero ese éxito tuvo un alto costo. Su estilo confrontacional, los conflictos ambientales y los constantes cambios de ministros erosionaron la confianza, tanto dentro del país como en el exterior.
Como lo resumió un experto, Bolsonaro demostró que la reforma es posible, pero convirtió a Brasil en un socio más riesgoso. Los incendios en la Amazonía, el aumento de la deforestación y el debilitamiento de la vigilancia ambiental aumentaron la percepción de riesgo sobre Brasil y limitaron su acceso a financiamiento verde y sostenible. Los inversionistas extranjeros comenzaron a asociar la gobernanza con la credibilidad, un vínculo que después influiría en la estrategia de recuperación internacional de Lula.
La cercanía personal de Bolsonaro con el entonces presidente de EE. UU., Donald Trump, le dio a Brasil visibilidad a corto plazo, pero debilitó su diplomacia multilateral. Varios encuestados observaron que este enfoque dejó al país expuesto a presiones comerciales unilaterales, a la vez que reducía su capacidad para defenderse mediante las instituciones internacionales establecidas. La lección, señalan los expertos, es que el carisma no puede reemplazar a la coherencia en la diplomacia económica.
El regreso de Lula: Reconstruyendo puentes y restaurando la confianza
El regreso de Lula marcó un cambio de tono, lenguaje y prioridades. Los expertos describen su gobierno como un período de reconstrucción social, institucional y diplomática. Su administración reactivó Bolsa Família, repuso el compromiso con la agenda climática y restableció las relaciones con organismos internacionales como el G20, los BRICS y la OMC.
González Tognazzolo señala que la diplomacia económica más activa de Lula ha ayudado a Brasil a negociar mejores condiciones arancelarias. Sin embargo, añade que la diplomacia puede abrir puertas, pero la competitividad se debe construir internamente. Ese equilibrio entre la credibilidad recuperada y la ineficiencia persistente define el desafío de Lula.
Los expertos coinciden en que Lula ha mejorado la imagen de Brasil y la confianza de los inversionistas. La reparación ambiental y el reacercamiento internacional han reabierto los canales de financiamiento verde y de cooperación para el desarrollo. Sin embargo, advierten que la buena voluntad debe ir acompañada de una gestión fiscal creíble y reformas más profundas que aumenten la productividad. Sin esto, incluso las políticas sociales más inclusivas corren el riesgo de volverse fiscalmente insostenibles.
Dos legados, un mismo desafío
Cuando la encuesta se enfoca en las consecuencias a largo plazo, el consenso de los expertos es tanto justo como realista. El gobierno de Bolsonaro demostró que las reformas estructurales son posibles, pero también mostró lo frágil que pueden volverse las instituciones bajo presión política. La era de Lula, por su parte, restauró la posición moral y diplomática de Brasil, pero aún debe demostrar que la compasión y la disciplina fiscal pueden coexistir.
Solís Quevedo expresa el dilema con precisión: programas como el Bolsa Família ayudan a reducir la pobreza, pero Brasil también necesita políticas que promuevan el empleo formal y la modernización tecnológica. Sus palabras conectan dos prioridades que a menudo van por separado: la inclusión y la competitividad.
Los expertos señalan que la confianza de los inversionistas ahora depende más de la previsibilidad que de la ideología. El Brasil de Lula goza de una credibilidad renovada, pero es condicional: la confianza debe reforzarse mediante una gestión estable y resultados medibles. Al final, ambos líderes han impulsado a Brasil en direcciones diferentes — uno mediante la reforma, el otro mediante la restauración, — pero el camino hacia un crecimiento duradero se encuentra en un punto intermedio.
La política exterior como herramienta económica
La encuesta muestra que la política exterior se ha convertido en un instrumento económico. Bajo el gobierno de Bolsonaro, la diplomacia a menudo fue personalista e impredecible, lo que limitó la capacidad de Brasil para responder a amenazas arancelarias o atraer inversionistas sostenibles. Bajo el gobierno de Lula, Brasil ha regresado a su multilateralismo tradicional, reconstruyendo alianzas con América Latina, la Unión Europea y África, al tiempo que reafirma un tono cooperativo en los foros globales.
Los expertos apoyan en gran medida esta dirección, pero se mantienen cautelosos. Ven la normalización diplomática como esencial para restaurar la credibilidad, pero no como un sustituto de la reforma interna. Como observó uno de los encuestados, la buena voluntad en el exterior no puede compensar la baja competitividad. El consenso es claro: la diplomacia fortalece la posición internacional de Brasil solo cuando está respaldada por una política fiscal e industrial consistente en casa.
Optimismo cauteloso y prioridades claras
A pesar de sus advertencias, el tono de los expertos no es pesimista; es mesurado y esperanzador. Creen que Brasil cuenta con los recursos, el capital humano y la buena voluntad de sus socios internacionales para reactivar su economía. Pero esa transformación requiere paciencia, disciplina y continuidad entre diferentes gobiernos.
De sus análisis, sobresalen tres prioridades recurrentes:
1. Credibilidad fiscal: reglas fiscales exigibles y transparentes para estabilizar las expectativas.
2.Productividad y empleo: reformas que promuevan la innovación, la educación y el empleo formal.
3.Diplomacia diversificada: participación activa en plataformas multilaterales para reducir la dependencia de unos pocos mercados clave.
Los expertos también señalan la importancia de la cooperación regional. Fortalecer las cadenas de valor sudamericanas en energía, seguridad alimentaria y tecnología verde podría ayudar a Brasil a equilibrar su exposición global con una mayor resiliencia local. Esto, sugieren, es donde la diplomacia de Lula puede ir más allá del simbolismo y generar una verdadera solidez económica.
Conclusión: De la polarización al pragmatismo
Las reflexiones de los expertos desafían las narrativas simplistas. El gobierno de Bolsonaro demostró que una reforma sin estabilidad debilita la confianza; el de Lula muestra que la renovación social sin disciplina conlleva riesgos de fragilidad. Ambos legados, a su manera, han llevado a Brasil a la misma encrucijada: la necesidad de alinear el realismo fiscal con la aspiración social.
En última instancia, la diferencia entre los dos líderes no es ideológica, sino institucional. Una presidencia puso a prueba la resistencia de Brasil; la otra ahora prueba su capacidad para reconstruir. El mensaje subyacente de la encuesta es inconfundible: el progreso de Brasil dependerá de la credibilidad, la continuidad y la madurez política para llevar a cabo reformas que sobrevivan a los ciclos electorales.
Si se puede lograr ese equilibrio, Brasil podría no solo recuperar su estabilidad, sino también redefinir su papel en América Latina como un país que crece con conciencia, lidera mediante la cooperación y vuelve a creer en su propia estabilidad.
Porque, al final, la mayor reforma de Brasil no está escrita en una ley o en una política pública; está escrita en la fe de su gente por construir nuevamente, y por volver a creer.