Honduras vota en silencio: Lo que revelan las elecciones de 2025 sobre el poder, el descontento y el camino a seguir
Honduras no estalló en celebración ni en protesta tras las elecciones generales de 2025. En cambio, el país se sumió en el silencio. Una vez más, la participación electoral se mantuvo por debajo de la mitad del padrón, convirtiendo a la abstención en el actor más influyente —aunque invisible— del proceso político. Lejos de ser una señal de indiferencia, este silencio refleja un profundo cansancio con las instituciones políticas, una frustración acumulada por promesas incumplidas y un creciente escepticismo sobre la capacidad de las elecciones, por sí solas, para generar cambios reales.
Ricardo Salgado Araujo (Universidad Tecnológica Centroamericana) sitúa el resultado dentro de un patrón democrático más amplio.
"La elección fue nuevamente decidida por la apatía del votante; menos del 50% de la población acudió a las urnas, lo que refleja un desinterés persistente en el servicio público que ofrecen las fuerzas políticas y el Estado hondureño."
Para Salgado Araujo, la abstención ha evolucionado hacia una forma de expresión política —una que señala una brecha cada vez mayor entre la ciudadanía y los proyectos políticos enmarcados en el desarrollo nacional a largo plazo, en lugar de resultados inmediatos y tangibles.
Un mapa político redibujado por la decepción
El resultado más contundente de los comicios fue el colapso del partido gobernante, LIBRE. Tras llegar al poder en 2021 prometiendo una transformación estructural y una renovación política, el partido cayó al tercer lugar, quedando prácticamente fuera de la contienda seria. El resultado representó no solo una derrota electoral, sino un juicio más amplio sobre su gestión.
Roberto Santos (Vicepresidente, ESPACIOH) describe el cambio como estructural, y no coyuntural.
"Estos resultados marcan un punto de inflexión crítico que redefine el mapa de poder en Honduras, revelando un realineamiento electoral hacia las fuerzas conservadoras y un retroceso significativo para el partido en el gobierno."
En lugar de señalar una renovada lealtad ideológica hacia los partidos tradicionales, el resultado sugiere un reajuste pragmático de los votantes. El Partido Nacional y el Partido Liberal terminaron prácticamente empatados, restableciendo la prominencia de la histórica dinámica bipartidista y reavivando los debates sobre gobernabilidad, alianzas legislativas y la posible necesidad de mecanismos institucionales como la segunda vuelta.
Presión institucional y credibilidad electoral
El estrecho margen entre los principales contendientes ejerció una presión extraordinaria sobre las instituciones electorales, particularmente el Consejo Nacional Electoral (CNE). Para muchos observadores, la credibilidad del proceso dependió menos de quién prevaleciera finalmente que de cómo se manejó la incertidumbre.
Santos advierte que esta prueba institucional va más allá del conteo de votos.
"El virtual empate coloca al Consejo Nacional Electoral bajo una presión severa, poniendo a prueba su autonomía y capacidad técnica para gestionar la incertidumbre sin erosionar la legitimidad democrática."
En este contexto, la transparencia, la claridad de los procedimientos y la comunicación pública surgieron como elementos esenciales para mantener la confianza en un sistema ya tensionado por la desconfianza y los agravios históricos.
Por qué LIBRE perdió su coalición
Según la mayoría de los análisis de expertos, la derrota de LIBRE se atribuye principalmente a las expectativas incumplidas, más que a un rechazo ideológico total. Cuatro años de gobierno no lograron producir mejoras visibles en áreas que inicialmente movilizaron un amplio apoyo, particularmente en seguridad, empleo y credibilidad institucional.
Jesica Nicole Palomo Ortiz (UTH Florida University) enfatiza el carácter expresivo del voto.
"La gente expresó con fuerza qué tipo de liderazgo quiere ver y qué prácticas ya no está dispuesta a tolerar."
Lucía Figueroa (Centro de Estudios para la Democracia – CESPAD) destaca cómo el estilo de gobierno contribuyó a esta erosión. Señala la frustración con la ineficiencia administrativa y la concentración del poder de decisión, factores que debilitaron la capacidad de LIBRE para sostener una coalición política amplia y duradera.
El regreso de los actores políticos familiares
A pesar de su lastre histórico, el Partido Nacional reapareció como una fuerza competitiva al reformular su imagen, alejándose de la ideología y enfocándose en la competencia gerencial. En lugar de enfatizar la continuidad con sus polémicas administraciones pasadas, su campaña se centró en el orden, la experiencia y la capacidad administrativa.
Allan Alcántara (SVN Summit) explica que el Partio Nacional recuperó competitividad al enfatizar la gestión y la capacidad administrativa por encima de la ideología, un cambio que tranquilizó a los sectores conservadores y económicos tras los comicios.
El Partido Liberal siguió una estrategia diferente. Al incorporar el perfil de outsider de Salvador Nasralla, absorbió el descontento de ambos polos ideológicos y se posicionó como una alternativa de centro en un entorno político polarizado.
Andrea Bustillo Salgado (Economista y Consultora Empresarial) describe esto como una respuesta calculada al cansancio del votante.
"El Partido Liberal capitalizó un voto estratégico, captando tanto a electores recelosos de la hegemonía del Partido Nacional como a aquellos decepcionados con el desempeño de LIBRE."
Vientos regionales y sus límites
Las elecciones en Honduras se desarrollaron en medio de un giro generalizado hacia la derecha en América Latina. La mayoría de los expertos coinciden en que las dinámicas regionales influyeron en el discurso de las élites y las narrativas de campaña, pero advierten contra sobrestimar su impacto directo en el comportamiento del votante.
Santos subraya que las preocupaciones domésticas —particularmente la inseguridad y el desempleo— siguieron siendo decisivas. Salgado Araujo observa de manera similar que los desarrollos regionales bajaron la tolerancia hacia gobiernos incapaces de traducir el discurso político en bienestar material, reforzando la impaciencia del electorado más que determinando los resultados.
En este sentido, el contexto regional funcionó como un telón de fondo que validó los agravios locales, no como un motor principal de la decisión electoral.
El factor Donald Trump
Las declaraciones públicas de Donald Trump en los días previos a las elecciones introdujeron una dimensión geopolítica en la campaña. Su retórica respecto a la ayuda, la cooperación y la alineación con las fuerzas conservadoras resonó de manera desigual en la sociedad hondureña.
Según varios expertos consultados, estas intervenciones activaron lo que puede describirse como un "voto del miedo", particularmente entre los sectores sensibles a las remesas, las relaciones comerciales y los vínculos diplomáticos con Estados Unidos. Andrea Bustillo Salgado caracteriza esta influencia como indirecta pero tangible, moldeando las percepciones de riesgo económico y geopolítico más que determinando los votos directamente.
Al mismo tiempo, el impacto tuvo límites claros. Allan Alcántara señala que los votantes más jóvenes, en particular, se mantuvieron enfocados en los fracasos de la gestión interna, subrayando la primacía de los agravios locales sobre las presiones externas.
Un voto moldeado por el miedo, el cansancio y el cálculo
Más allá del desempeño de los partidos, las elecciones de 2025 reflejan una convergencia de miedo, desgaste y cálculo estratégico. La incertidumbre económica, la inseguridad persistente y la dependencia de los flujos económicos externos redujeron la tolerancia de los votantes hacia la experimentación.
Salgado Araujo observa que el electorado evalúa cada vez más la política a través del lente de la gestión de riesgos, y no de la afinidad ideológica. Santos señala de manera similar que muchos ciudadanos priorizaron la estabilidad por encima de la transformación, ante las dudas sobre la capacidad institucional.
El resultado no fue una confianza renovada en los partidos tradicionales, sino una retirada cautelosa hacia lo que muchos percibieron como la opción menos incierta en un panorama político limitado.
La gobernanza después de la papeleta
De cara al futuro, los expertos prevén un frágil entorno de gobierno marcado por la fragmentación legislativa y las altas expectativas públicas.
Las expectativas económicas se mantienen cautelosas. María Aguilar (Pro Mujer) advierte que la caída de LIBRE reflejó promesas incumplidas más que una ola regional de derecha, y que, aunque los medios y centros de pensamiento pro mercado amplificaron la retórica antiizquierdista, el electorado podría acoger un gobierno de izquierda en el futuro si mejoran las condiciones económicas y se fortalece la seguridad.
Realineamiento en política exterior
En política exterior, los análisis de los expertos sugieren una probable reorientación hacia una alineación más estrecha con Estados Unidos, particularmente en áreas relacionadas con la gestión migratoria, la cooperación en seguridad y la estabilidad económica. Al mismo tiempo, los analistas advierten que dicha alineación conlleva riesgos, incluida una reducción de la autonomía diplomática.
Varios expertos también anticipan ajustes en las relaciones con China, un renovado acercamiento con Taiwán y una mayor coordinación con los gobiernos conservadores de Centroamérica.
Conclusión
Las elecciones de 2025 no entregaron un mandato contundente, pero sí emitieron una clara advertencia. La alta abstención, el colapso del partido gobernante y el regreso de las fuerzas tradicionales reflejan una sociedad menos comprometida con proyectos ideológicos que con resultados concretos.
Como advierte Ricardo Salgado Araujo: Cuando las elecciones son decididas por la apatía, la legitimidad misma se vuelve frágil.
El silencio ha hablado —y el próximo gobierno de Honduras será juzgado no por su retórica, sino por su desempeño.
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